sábado, 6 de abril de 2013

Elfos


Es hora de partir de Montevideo, esta ciudad al norte del mundo, rodeada de bosques. En mi cabeza el mapa de donde estoy y a donde voy está muy claro. Tomo mi escaso equipaje y me voy rumbo al este, atravieso valles y praderas para llegar a una ciudad de elfos. Hay fuentes por todos lados, abundantes fuentes, el sonido de los chorros de agua se escucha constantemente. Es una ciudad por demás hospitalaria, paso días y días ahí antes de seguir la marcha. Mi próxima parada está al sureste, la ciudad portuaria más grande de la zona (una ciudad de humanos esta vez), la que comunica esa región con la otra que está mas allá del mar que divide el norte del sur. Al llegar veo un inmenso barco, se trata de una ciudad flotante de elfos del bosque, que abandonaron su lugar de origen generaciones atrás y ahora viven en el medio del mar, parando en algún puerto cada tanto; toda su historia me la explican mientras abordo su ciudad en calidad de invitado.


Al tiempo de comenzar el viaje, y ya en mar abierto, la maquinaria de la ciudad flotante deja de funcionar y la nave pasa a ser una ciudad a la deriva. La comunidad (que ahora me incluye) tiene que replantearse la forma de vivir, hay pocas esperanzas de abandonar el mar. Pasan algunos años, tengo un hijo semielfo con una de las elfas del barco, no se muy bien que edad tiene ahora, pero seguro que no llegó a la adolescencia aún (mi hijo, no la elfa... pedófilo no soy). Con delirios de grandeza uno de los elfos mas influyentes intenta hacerse con el poder absoluto de la comunidad, pero sus intenciones son inmediatamente rechazadas por todos y se lo exilia a la otra punta del barco, donde nadie nunca va. Cada tanto reaparece con amenazas; pasan meses, años quizás, y esa situación se mantiene incambiada, hubo que acostumbrarse a convivir con "el loquito de la otra punta". Pero llegó el día, el más trágico de todos, las amenazas se cumplen, aprovecha la noche para asesinar a todos los elfos del barco (incluyendo a mi esposa), y secuestra a mi hijo. Solo quedamos yo y él; yo entre los cadáveres  él en su rinconcito de la ciudad flotante, escondido, esperando. Enceguecido voy en su búsqueda y comenzamos una pelea feroz, aprovecho un desliz para tirarlo al mar, pero me agarra y caemos los dos. Su agilidad en el agua es asombrosa, y cual villano de película, me explica que los elfos se adaptan mas fácil que los humanos a su entorno, unas pocas generaciones en el agua fueron suficientes para que las hojas de sus manos y pies adoptaran también la función de aletas para nadar. Le digo que el no es el único elfo que queda vivo, que no se considere en ventaja, y en ese momento, cual héroe de película, mi hijo me salva del inminente ataque y logra llevarme hasta una cámara de aire abajo del barco. Identifico claramente la sala de máquinas, y de alguna forma la hago explotar. El barco comienza a hundirse, la ciudad entera se pierde bajo el mar. Logro escapar y llegar a dos botes salvavidas atados entre si. Mi enemigo no lo logra y, pese a su habilidad en el agua, el cansancio hace que no resista mucho mas. En un gesto de bondad absurdo (del cual, incluso despierto, aún me arrepiento) desato los botes e impulso el que no estoy usando hacia él para que pueda subirse. La corriente nos lleva al puerto de humanos del que partimos hace muchos años ya. Una vez atendidos y recuperados, gracias a  los lugareños, le sugiero que se vaya a la ciudad élfica de las fuentes, que ahí nadie recordará lo que pasó y podrá redimirse.

Pasaron muchos años, no volví a ver a mi hijo, sigo viviendo en la ciudad-puerto. Anuncian que desde la norteña ciudad de las fuentes viene el gran escritor a firmar libros, el único que sobrevivió al naufragio de la ciudad flotante de los elfos, el héroe que se convirtió en un ejemplo de vida, el admirado, pero solo yo se que el único mote que le cabe es "el mentiroso". Nadie parece recordar que yo también estuve ahí y me siento sumamente impotente. Lo reciben con una gran fiesta, hay cola para que firme ejemplares de su best-seller. Me acerco con el mio en la mano, me pregunta para quien es, le digo quien soy. Se ríe. -Es normal que los lectores se identifiquen con un personaje del libro, al punto de creer que son ellos.- Dice en voz alta. En una sucia jugada me trata de loco, si estoy loco no podré refutar su verdad.